E. Krystufek – Spanish
ELKE KRYSTUFEK: IDENTIDAD Y REPRESENTACIÓN
Ella se expone, se representa. Ella misma, al natural, es puro espectáculo. Su trabajo es siempre una narración en primera persona. Centenares de autorretratos en pintura y fotografía, collages, ropa, objetos diseñados por ella misma, obra escrita y filmada, siempre autorreferencial, forman la peculiar obra de Elke Krystufek (Viena, 1970).
Ya sus primeras performances provocaron enseguida el escándalo. A acciones como masturbarse en público ( „Jetztzeit“/Kunsthalle Viena, 1994) o el tratamiento de temas como la bulímia („Eating/Vomiting“,1992) les siguó la reacción mediática esperada. Parecía entonces fácil, sin embargo, hacer una asociación de la obra de Elke Krystufek, dado el origen de la artista, con toda la tradición del accionismo vienés: la búsqueda de experiencias corporales, el arte como experiencia intensa, y todos esos estereotipos con los que se ha descrito el movimiento artístico que tuvo lugar en los años sesenta.
Con contenidos provocadores, entre la exhibición y la invitación al voyeurismo, Elke Krystufek continuó enseñándose y exponiéndose ella misma en diferentes versiones. Desnuda, disfrazada, mostrándose, en ocasiones, dentro de los parámetros de la belleza y el erotismo que muestra la publicidad de hoy; en otras retratando sus deshechos, su sangre e imágenes de su intimidad de lo más abyecto. Incontables autorretratos (partes de su cuerpo, su boca pintada, su sexo, su mirada fija mirándonos como si se buscase en el reflejo del espejo), escenas domésticas de la artista en su cotidianidad, fotos de su infancia, de sus viajes, de sus amores. Junto a todo esto, declaraciones sobre ella misma -pintadas sobre los lienzos, en voz in-off en las filmaciones- hablando sobre sus sus ídolos, sus fobias, sus miedos o placeres. Todas ellas, representaciones diferentes formando un marco narrativo de su vida, de ella misma.
Pero ¿relatan estas imágenes su verdadera identidad? ¿Son formas espontáneas de un yo que se quiere expresar? A medida que se conoce la obra de la artista se desvela un contenido claramente lejos de una estrategia de sincera autorrepresentación.
Los retratos en las que ella se representa obsesivamente, -retratos, a veces, estéticamente muy cuidados de su rostro o de su cuerpo, alternados con otros en rudas poses casi pornográficas- corresponden a imágenes arquetípicas de lo femenino: la belleza, el objeto del deseo, el cuerpo impuro, y no reproducen otra cosa que las formas de los diferentes discursos disponibles que existen sobre la mujer en nuestra cultura y en nuestra sociedad de hoy.
En estos retratos Krystufek no se descubre ella misma, sino que se construye en posición de sujeto-objeto en diferentes discursos sobre la mujer, sobre lo femenino. Ella es aquí producto y manipuladora de estos discursos, construyéndose y reconstruyéndose en diferentes contextos, y mostrando como cualquier forma de identidad es percibida en tanto que se construye en un discurso determinado.
Esta idea de significado social, de como se percibe la identidad en función del significado común que se le da socialmente, es la que define esencialmente el trabajo de Elke Krystufek y, lo que es más interesante, como en su obra se han ido desarrollando otros aspectos que van más allá de la idea de identidad vinculada al cuerpo, aunque lo más fácil para el público sea quizás seguir asociando el nombre de Krystufek con la idea de „Körperkunstlerin“.
Es lo que ocurre con la serie „Katharsis Couture“, piezas que Krystufek crea a base de transformar ropa ya existente, pintando encima o cosiendo partes de otra ropa, como hace también con los muebles que transforma arbitrariamente. Son piezas que, tal como la artista nos recuerda, ella ha llevado y forman parte de sí misma. Los vestidos participan en el ritual de su autorrepresentación: en ellos hay parte de ella, se convierten en entidades significativas y parte del marco narrativo de su obra. Pero en esta exploración del vestido como prolongación del „yo“, „Katharsis Couture“ plantea también la connotación social que la moda implica, la moda como maquinaria receptora-propagadora de la identidad social, como creadora de deseos y símbolo de status. Por medio de contradictorias imágenes yuxtapuestas de ella misma –imágenes desde el glamour a lo grotesco- la artista pone en cuestión las convenciones culturales establecidas y evidencia -aunque sea por rechazo- nuestra participación inevitable en el ritual social.
Con el título „Liquid Logic“ –contra toda forma de pensamiento lógico, ordenado y establecido como el que representa una institución como el museo-, Krystufek ha intervenido en el Museum für Angewandte Kunst, MAK en Viena (2007) con una exposición singular: la artista ha pedido a los curadores de la institución escoger obras de los fondos del museo que tuvieran alguna relación con determinados conceptos como sexo-vagina, religión, pensamiento, etc. Después, toma estos objetos a su antojo para exponerlos, manipularlos o añadir sus propios comentarios y los muestra transgrediendo cualquier principio cronológico o por escuelas a las que el visitante del museo está acostumbrado. Una puesta en escena „líquida“ sin estructura aparente y en la que, sin embargo, se conjugan los códigos propios de Krystufek; su identidad provocadora, exuberante y contradictoria presentada en retratos frontales con una vagina en lugar de nariz, ropa y muebles que incluyen su nombre en letras gigantescas o grandes penes pintados en diferentes colores que ocupan toda la pared.
Una filmación en el contexto de la muestra llama especialmente la atención en la que, bajo el nombre de „She Bas“, ella se convierte en algo así como la personificación de Bas Jan Ader (1942-1975). Partiendo del argumento real de la muerte del artista-performer holandés, cuando su barco desapareció en alta mar, „She“, re-nacida, llega a las islas de Pascua y, en un diálogo extraño con la voz de un ausente „Dr. Love“, se van poniendo cuestiones que aluden a la producción artística y al poder de instituciones como el museo que la legitimiza, al rol de la mujer en el mundo artístico, etc.
Otra de las obras cargada de referencias presentada en la exposición es la instalación en que se reproduce una cocina (la suya) tan compleja como caótica. La asociación por contraste con la „Frankfurter Küche“(1), un modelo de cocina de los años veinte para viviendas sociales pensado para organizar al màximo las funciones en tiempo y espacio (de la mujer), es inevitable. La cocina de Krystufek, en el extremo opuesto del modelo ergonómico y práctico vienés, presenta un espacio angosto lleno hasta el caos y desbordado de objetos personales, notas, fotografías y datos -como toda su obra, de forma inconexa-, de trazos autobiográficos, de proyecciones de su identidad.
Y así, en cada pintura, fotografía, performance, instalación o película, Krystufek presenta una nueva revelación del yo que nos desvela, al mismo tiempo, como se va construyendo su comprensión: no como el yo-esencial, sino en tanto que rol en un proceso social, como un yo-relacional. Y en cada una de estas representaciones, un nuevo relato se acumula a esta aparente „realidad“ de su identidad; un relato que, además, no tiene límites y se reproduce potencialmente en tanto que exista nuestro reflejo como espectadores, pueda ser escuchado o visto. Queda cuerda para rato pues y como la artista afirma directamente en una de sus pinturas, „I’ve still got a lot of work to do on myself“.
(Lápiz n° 236 Octubre 2007)
(1)- „Frankfurter Küche“, 1926 Margarethe Schütte-Lihotky/Hay una reconstrucción de ésta en la colección permanente del MAK,Viena.
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