Julian Taupe – Spanish
SOBRE LA PINTURA DE JULIAN TAUPE
„Mais les vrais voyageurs sont ceux-là seuls qui partent
Pour partir; coeurs légers, semblables aux ballons,
De leur fatalité jamais ils ne s’écartent,
Et sans savoir pourquoi, disent toujours: Allons !
Ch. Baudelaire. Le voyage
Cada lienzo en la obra de Julian Taupe es parte de un todo, un fragmento autónomo en un espacio pictórico abierto e infinito. Un espacio de dimensión cósmica por cuya inmensidad nuestra mirada viaja percibiendo los diferentes gestos de la pintura que en él confluyen. Cada lienzo es parte de un todo pictórico y contiene un fragmento de esta totalidad.
No es el de Julian Taupe un discurso cerrado y determinado, como tampoco lo es la estructura de cada uno de sus lienzos. La apertura que guía su discurso pone en cuestión y parece ironizar la pretensión de totalidad a que aspiraban las vanguardias, de vocación única y universal, y se traduce en simultáneos gestos pictóricos en un territorio por esencia subjetivo e indeterminado.
Superado el discurso de la modernidad, único, estable y trascendente, la obra de Taupe establece un nuevo orden que tiende a deconstruir lo establecido y a poner en cuestión lo categorizado. Un nuevo orden eminentemente abierto y que, como categoría propia de la postmodernidad, especula con lo no definitivo, lo fragmentario y lo contradictorio. Un orden que sugiere lo ausente y evidencia lo apenas aludido, privilegiando la duda y la ironía por encima de las certezas.
Esta apertura de su discurso se percibe en la propia estructura de cada lienzo, donde toda forma de jerarquía se descentraliza. La confluencia de diferentes gestos pictóricos, aparentemente dispersos, niega un discurso global y unitario. Cada lienzo presenta una estructura abierta, cual una trama de diferentes lenguajes pictóricos que, lejos de un significado unitario, construyen una confluencia de significantes sin privilegiar ninguno de ellos.
En cada lienzo se combinan superficies texturadas y lisas, espacios ilusionísticos que construyen límites y nos arrojan improvisadamente a profundidades infinitas. Superficies que se superponen invadiendo otros espacios, perfiles que separan, elementos de puro ornamento, flotando todos ellos en una especie de ingravidez, ligeros como globos de aire, en un espacio pictórico siempre indeterminado.
El color contribuye decisivamente con sus armonías y disonancias en la obra de Taupe. El azul de algunos lienzos, intenso como en las constelaciones mironianas, parece un espacio inmenso donde gravitan distintos elementos pictóricos, como un firmamento lleno de estrellas. Entre las superficies pigmentadas, partículas de color saturado irrumpen en medio del azul infinito, y por su estado de máxima intensidad, dan la impresión de espontánea fugacidad.
En algunas partes del lienzo el color, como el del orfismo dinámico de Delaunay, se convierte en sujeto y forma y, liberado de toda sujeción corporal y con una significación concreta, aparece como pura fuerza energética. En otras partes del lienzo, el color se subordina al carácter de las formas, aunque éstas no procuren una relación entre sus partes o un ordenamiento composicional en el sentido que los constructivistas lo entendían. Sin establecer tampoco relaciones de continuidad o repetición, estas formas ingrávidas, en un espacio de multiples perspectivas, están lejos de una articulación unitaria y adoptan desde formas plásticas elementales hasta contornos ondeados, de carácter ornamental y arbitrario.
Fragmentos pictóricos como entidades autónomas en un espacio abierto, livianas como el aire, en permanente movibilidad y disposición siempre cambiante. No hay un centro de gravedad como no hay una estructura única y centralizada sino que se perciben fuerzas gravitatorias en lugares dispersos del lienzo.
La variedad de los formatos en la obra de Julian Taupe tiene una gran relación con la dimensión abierta de su discurso. A quien visite por primera vez el taller del artista le llamará seguramente la atención la cantidad de clavos en los muros que él dispone diferentemente para colgar sus lienzos, variando cada vez la relación entre ellos y la totalidad de su visión. Dispuestos en el muro, estos lienzos, además de obras autónomas, forman parte de un todo, cual fragmentos pictóricos de éste. Los espacios entre lienzo y lienzo, que son los espacios del propio muro, se incorporan tal que „lugares“ de una gran pintura, convirtiéndose en superficies ausentes de pigmento y materialidad, y adquiriendo la misma significación que un campo de color o una superficie texturada.
Cada lienzo es una parte de totalidad por la que nuestra mirada se desplaza ligera, como el viajero de Baudelaire, entre los gestos livianos e indeterminados de la pintura. Pintura de presencias y ausencias, de espacios ilusorios y fragmentos de pura materialidad, de color exquisito exaltando toda su sensualidad y vitalismo. La obra de Taupe nos invita a un viaje, sin destino anunciado, por los signos indeterminados de la pintura. Un viaje en el que, sin preocuparnos de la llegada, nuestra mirada se deleita recorriendo infinidad de rutas pictóricas desconocidas.
(Catálogo „Von Bild zu Bild“. Ritter Verlag 1999)
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